miércoles, 12 de agosto de 2009

DÍA 1: DESTINO LISBOA



Cogimos coche y en unas horitas llegamos a Lisboa. Tras perdernos un ratito, primero por las carreteras principales (así como la M-30 lisboeta) y luego de nuevo extraviarnos sin parar de callejear, encontramos por fin la pensión donde habíamos reservado para dormir el domingo.


La pensión estaba bastante bien. Se encontraba en pleno centro de Lisboa, y el zumo de naranja del desayuno es de los mejores que he probado. Tras instalarnos y estar de cháchara con el recepcionista en una variada mezcla de español y portugués, salimos a la calle a explorar la ciudad con la intención de encontrar un restaurante donde probar el tan famoso bacalao.


Comenzamos el paseo por una calle comercial inmensa y, como era de esperar, la zona de restaurantes estaba en dirección contraria a la que habíamos elegido. Y es que yo no sé qué manía tiene la gente de ir siempre en la dirección correcta, con lo divertido que es meterte por las calles de una ciudad que no conoces, con cara de guiri bobalicón, mapa en mano y piernas preparadas para una sesión de agujetas.


Y allí estábamos, caminando en paralelo a los más altos edificios de negocios y sin señal de ningún restaurante típico. Y ahora nos surgía una nueva preocupación: el Castillo de San Jorge cada vez se nos alejaba más (aquí fue donde descubrimos que íbamos al revés), y la hora de cierre de cocinas se nos echaba encima. Debemos tener en cuenta que España tiene costumbres malísimas, como cenar más tarde de las 9:30. ¡Dónde se ha visto eso!


Así que, para no volver a "desandar" otra hora por el mismo sitio, pues nos adentramos en las callejuelas más recónditas de Lisboa. Encontramos curiosidades turísticas como "La tienda de todo a 10€", "La tienda de todo a 5€", y unos 15 Sex Shops. ¡Jamás había visto tantos juntos! Porque normalmente tú vas andando por cualquier calle y rara vez adviertes en los establecimientos que te rodean. Pero claro, cuando vas caminando con aires de turista en potencia, te fijas.


Teníamos ya las 22:35 o así cuando, cansados de subir y bajar cuestas y de huir de pandilleros dispuestos a hacerse con alguna que otra cartera, llegamos a la puerta de un restaurante muy pequeñín situado en las calles de la parte trasera del Castillo. Y finalmente, cenamos. Ahora había que volver a buscar un lugar para tomar una copa y a dormir, que a la mañana siguiente había jaleo...


AW!